domingo, 14 de abril de 2013

Se cerraron las puertas pero siempre quedó una claraboya abierta.

Hoy es catorce de abril. Hace ochenta y dos años que desde las Plazas Mayores de muchas, de miles de localidades españolas se declaró la II República. No sé por qué, todos los catorces de abril desde que tengo dieciséis me acuerdo de algo que nos dijo el guía en una visita que hice a Salamanca cuando era estudiante de secundaria: Unamuno se había asomado a -éste balcón- decía y había dicho que España por fin era una República. El hecho está reflejado en más sitios, como la obra de teatro Cantando bajo las balas, que vi hace años en el teatro y no recuerdo de quién era. No sé si es verdad porque nunca me he molestado en saber dónde coño estaba el bueno de don Miguel tal día como el catorce de abril de 1931. No importa tampoco: en mi memoria siempre estará asomado a aquel balcón salmantino diciéndonos que por fin éramos libres.

Pese a todo, pese a que los libros de historia sólo reflejen esta parte "pública" de los primeros instantes de la joven II República española, aún está muy reciente en el tiempo como para que podamos haber oído la versión de nuestros familiares más mayores. Yo la oí y me imagino que tú también. La memoria de cada familia es parte de la Historia también, una parte valiosísima, un trozo de realidad que no debería ser olvidado. A mi familia, por ejemplo, le gustó que hubiera república. En realidad no cambió demasiado en los pueblos, o eso dicen en el mío, que mi bisabuelo era comunista lo sabían ya hacía años. Ahora podía por fin hacerlo visible o más visible. Podía defender aquello en lo que creía que no es poco. Podía por fin educar a sus hijos -¡e hijas!- como a él le hubiera gustado educarse. Mi bisabuela podía votar, de hecho todas, las cuatro podían; y nadie iba a llevarla al calabozo por quejarse ruidosamente delante del Ayuntamiento de que el agua no llegaba al lavadero y no tenía tiempo de ir al lavadero del pueblo vecino -¡con la de cosas que había que hacer en casa!-. Supongo que ésta no es sólo la historia de mi familia sino que lo es de muchas más.

No obstante, me parecía mal no recordar también aquí y ahora a aquellas que, desde el ámbito público, lucharon por nuestros derechos también. Por supuesto, discutieron y no siempre estuvieron de acuerdo, pero de eso se trata: de llegar a acuerdos y a puntos comunes a través del diálogo. Todos aquellos nombres femeninos que en los años 30 llegaron al Parlamento, hoy no parecen gran cosa pero sí lo fueron. En casi ningún gobierno había mujeres en puestos de responsabilidad y la posibilidad de sufragio universal no fue concedida hasta muchos años después en algunos de los países que hoy "lideran" con mano de hierro ese invento que llaman Unión Europea. Aquellas Margarita Nelken, Victoria Kent, Clara Campoamor, Dolores Ibárruri, María Lejárrega, Concepción Aragoneses... Y todas las demás que lucharon detrás sin inmiscuirse en política sino desde el ámbito social, las socias del Lyceum que querían una educación igual para todxs o aquellas como mi bisabuela que protestaron con la voz de todas para arreglar los pequeños menesteres del día a día.

Porque cuando se cerraron todas las puertas siempre quedó un resquicio de luz por el que mirar al cielo, ya fuera desde la literatura o desde cualquier otro sitio donde fuera posible subvertir los valores del Régimen, que hiciera pensar y recordar de las cosas no tenían que ser así y que así no estaban bien. Feliz día a aquellxs que supieron burlar la censura y llegar a todo el mundo. Y a aquellas personas cuyas obras y opiniones fueron censuradas, a quienes se fueron y a quienes quisieron volver a pesar de todo.

Y por supuesto por aquellxs que dieron su vida defendiéndola: mi bisabuelo, su hijo mayor, los de tu familia y los de la familia de esa gente que conoces.

En conclusión: Feliz día de la República a todxs.

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