viernes, 7 de marzo de 2014

Se llega a serlo.

 Vuelos de falda sin recoger,
amplia sonrisa sarcástica.
Y ella, ni mala ni buena,
sólo distante.

M. Tsvietáieva



A veces una no sabe sencillamente por dónde empezar. Son tantas cosas, tantos recuerdos que se juntan, se entrelazan unos con otros cambiando perspectivas y creando nuevas imágenes. Si cojo algún diario me pasa siempre: datos crípticos que sólo entiendo yo, recuerdos de sensaciones, palabras no escritas pero insinuadas... Es del todo imposible saber dónde o cómo empezó todo.

Estoy convencida de que todo comenzó mucho antes y que la curiosidad que guió mis pasos no fue en absoluto fortuita. Sin embargo si tengo que dar datos precisos diría que fue allá por los inicios de la universidad cuando me encontré en la bibliografía de un libro que estaba leyendo una referencia a Simone de Beauvoir. No tengo ni idea qué me llevó a comprarme un ejemplar del Segundo Sexo pero recuerdo que empecé a leerlo con el temor que dan esas obras que piensas que tal vez se te queden grandes y no pude parar. Cada mañana me sentaba en mi rincón -siempre he tenido preferencia por el suelo antes que la sillas- en la sombras del departamento de Filologías y leía sin parar hasta que llegaba la hora de la clase. Me dio valor para decir en voz en alta cosas que una no se atrevía a decir sin más porque daban lugar a malos entendidos y largas explicaciones yermas: soy feminista y estoy orgullosa. Recuerdo que mi amiga María se reía mucho de mí porque decía que "eso ya estaba superado", que había otros asuntos más importantes, que el libro era de los años 40 y que cuándo iba a quemar sujetadores. ¡Y no era la única! Sin embargo cuánto quise a Simone en aquella época y cuánto le debo. Algún traduciré sus memorias. Lo prometo. Una traducción decente de esas en las que se nota que quien traduce comprende a quien escribe y la respeta. Después de Simone llegó, creo que sacado de la misma bibliografía del mismo libro, La mística de la feminidad, de Friedan y seguí con Woolf, Wolf, Showalter, Sontag y más tarde Mernessi, bell, Butler, Spivak... Cuando me devoré la bibliografía de Martín Gaite y descubrí que las compatriotas habían sido unas guerreras en la sombra. ¡Y no tan en la sombra! Allí esperaban doña Emilia, Lejárrega, Fortún, Nelken y la imprescindible Colombine, que escribió un "protosegundo sexo" allá en 1927. ¡Y Flora Tristán que tanta compañía me hizo cuando estaba tan sola en Alemania! La alegría que me llevé cuando descubrí mientras escribía un trabajo de investigación al encontrarme en aquellas fotos viejas de hacía 100 años a Rosa Chacel adolescente y a Alexandra Kollontai posando con su uniforme del ejército rojo.

No merecen menos reconocimiento mi bisabuela haciendo caceroladas en el ayuntamiento del pueblo para que todo el mundo pudiera tener agua corriente o mi abuela en los túneles durantes los bombardeos cargada con siete hermanitos -una Blancanieves de otro tipo- y escuchando devotamente a La Pasionaria en la Pirenaica. Y todas esas mujeres de mi alrededor que se atrevieron a cambiar el orden establecido.


A todas vosotras: gracias. Aunque a veces duela. Gracias por enseñarme otros caminos. Gracias por llevarme la contraria cuando no tenía razón y cuando la tenía también. Gracias por este camino andado y por el que espero andar. Feliz día a todas vosotras.


Nota final: las dos imágenes son cuadros de Maruja Mallo y Elizabeth Siddal respectivamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario