miércoles, 26 de marzo de 2014

A veces duele.

Llevo unos días muy intranquila: están pasando ahí fuera muchas cosas y una se siente rebotar contra los hechos y los argumentos como una pelota de ping pong. Hay sensaciones opuestas y muy fuertes que me hacen sentirme atada a este lugar y tiempo. Leer el periódico o ver las noticias me da pavor: hay tal disparidad entre lo que dice un medio u otro que no sabemos qué creer, aquí en la periferia. De tal contradicción sólo se destila una cosa: hay algo muy podrido a nuestro alrededor. Estamos perdidas/os.

No quería dejarme llevar por la paranoia pero me siento empujada a ello: mi voz no es nada y carezco de poder decisorio sobre nada. Siempre ha sido así pero unas veces cuesta más aceptarlo que otras. Terminé la carrera en 2008 y desde entonces no he hecho más que dar bandazos de un lado a otro sin ninguna estabilidad. La gente me dice que debería irme y es que realmente NO QUIERO. Me gusta vivir aquí y no lo digo porque nunca haya vivido en otros sitios. Quienes me conocéis sabéis que he vivido fuera en más de una ocasión pero me gusta estar aquí, es donde pertenezco -como diría la gente británica-. Me gustaría hacer por ayudar pero no sé ni cómo ni cuándo ni dónde. Nunca me siento bienvenida en los sitios. La culpabilidad me hace hundirme porque, pienso, es un problema mío. Soy una exiliada dentro de mi propio país. Es doloroso ver cómo todo lo has hecho no sirve de nada ni a nadie le importa. Algún amigo me ha dicho que mientras yo esté contenta con lo que hago, debería bastarme. PUES NO. No es suficiente, ¿de qué le sirve a un/a escritor/a escribir si no puede compartirlo con nadie más? ¿De qué le sirve a nadie estar encerrada/a y verlo todo negro-negrísimo?

Socorro.
Me gustaría escribir sobre cosas de las que pueda decir algo, de alguna escritora que se haya perdido en el tiempo y el espacio pero no puedo. Hoy me parece todo futil y vano.

Estamos perdidos/as.

"¡A TODOS!
                                   ¡A TODOS!
                                                                     ¡A TODOS!
¡A todos
los que ya no aguantan más!
¡Salid
y marchad juntos!"

Maiakovski, 1919

martes, 11 de marzo de 2014

El laberinto avanza.

Y buscarte por las calles
de un recuerdo olvidado,
donde nunca exististe
ni existes de verdad.

Allí donde titila tu estrella
siguen mis pasos tu luz inventada:
una esperanza esquiva
que escapa como agua entre los dedos.

¿Desde cuándo habitas
mi pensamiento?
Es importante:
¿Piensas quedarte?

¡No huyas, vuelve!

Aquí estás de nuevo,
entre circunvoluciones,
te transformas rápido
pero siempre tú:

callado, leal y para siempre.

Entre la yedra que lo enreda todo,
siempre, siempre, siempre...

lunes, 10 de marzo de 2014

Una estrella en su sitio.

Otro tiempo vendrá distinto a éste,
aunque se enrede así el final de la trama.
Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver!
¡Abril galán venía, todo
lleno de flores amarillas!
Me lo dijeron las hojas blancas,
mapas, augurios, telégrafos,
tú no.
Al irte dejaste una estrella en su sitio
para que yo me llame Ángel González.
¿Temes que se te sequen los grandes rosales
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes?
Porque todo es igual y tú lo sabes,
ni música de jazz se oye a lo lejos.
¡Oh, ángel fieramente humano
sabes que jeder Engel ist schrecklich!
Yo soy un hombre sincero,
los ojos velados por la melancolía.

A veces hago poemas pegando los versos de otras gentes. Es lo que tiene no haber nacido para la lírica. Por algún motivo este me gusta mucho.

viernes, 7 de marzo de 2014

Se llega a serlo.

 Vuelos de falda sin recoger,
amplia sonrisa sarcástica.
Y ella, ni mala ni buena,
sólo distante.

M. Tsvietáieva



A veces una no sabe sencillamente por dónde empezar. Son tantas cosas, tantos recuerdos que se juntan, se entrelazan unos con otros cambiando perspectivas y creando nuevas imágenes. Si cojo algún diario me pasa siempre: datos crípticos que sólo entiendo yo, recuerdos de sensaciones, palabras no escritas pero insinuadas... Es del todo imposible saber dónde o cómo empezó todo.

Estoy convencida de que todo comenzó mucho antes y que la curiosidad que guió mis pasos no fue en absoluto fortuita. Sin embargo si tengo que dar datos precisos diría que fue allá por los inicios de la universidad cuando me encontré en la bibliografía de un libro que estaba leyendo una referencia a Simone de Beauvoir. No tengo ni idea qué me llevó a comprarme un ejemplar del Segundo Sexo pero recuerdo que empecé a leerlo con el temor que dan esas obras que piensas que tal vez se te queden grandes y no pude parar. Cada mañana me sentaba en mi rincón -siempre he tenido preferencia por el suelo antes que la sillas- en la sombras del departamento de Filologías y leía sin parar hasta que llegaba la hora de la clase. Me dio valor para decir en voz en alta cosas que una no se atrevía a decir sin más porque daban lugar a malos entendidos y largas explicaciones yermas: soy feminista y estoy orgullosa. Recuerdo que mi amiga María se reía mucho de mí porque decía que "eso ya estaba superado", que había otros asuntos más importantes, que el libro era de los años 40 y que cuándo iba a quemar sujetadores. ¡Y no era la única! Sin embargo cuánto quise a Simone en aquella época y cuánto le debo. Algún traduciré sus memorias. Lo prometo. Una traducción decente de esas en las que se nota que quien traduce comprende a quien escribe y la respeta. Después de Simone llegó, creo que sacado de la misma bibliografía del mismo libro, La mística de la feminidad, de Friedan y seguí con Woolf, Wolf, Showalter, Sontag y más tarde Mernessi, bell, Butler, Spivak... Cuando me devoré la bibliografía de Martín Gaite y descubrí que las compatriotas habían sido unas guerreras en la sombra. ¡Y no tan en la sombra! Allí esperaban doña Emilia, Lejárrega, Fortún, Nelken y la imprescindible Colombine, que escribió un "protosegundo sexo" allá en 1927. ¡Y Flora Tristán que tanta compañía me hizo cuando estaba tan sola en Alemania! La alegría que me llevé cuando descubrí mientras escribía un trabajo de investigación al encontrarme en aquellas fotos viejas de hacía 100 años a Rosa Chacel adolescente y a Alexandra Kollontai posando con su uniforme del ejército rojo.

No merecen menos reconocimiento mi bisabuela haciendo caceroladas en el ayuntamiento del pueblo para que todo el mundo pudiera tener agua corriente o mi abuela en los túneles durantes los bombardeos cargada con siete hermanitos -una Blancanieves de otro tipo- y escuchando devotamente a La Pasionaria en la Pirenaica. Y todas esas mujeres de mi alrededor que se atrevieron a cambiar el orden establecido.


A todas vosotras: gracias. Aunque a veces duela. Gracias por enseñarme otros caminos. Gracias por llevarme la contraria cuando no tenía razón y cuando la tenía también. Gracias por este camino andado y por el que espero andar. Feliz día a todas vosotras.


Nota final: las dos imágenes son cuadros de Maruja Mallo y Elizabeth Siddal respectivamente.